Para las feministas, una verdadera convivencia pacífica dentro de la pluralidad y gobernabilidad democrática requiere de un Estado laico que garantice un régimen de tolerancia bajo el imperio de la ley. La frontera entre lo público y lo privado se objetiva en el derecho a decidir, porque el Estado está obligado a garantizar las normas para convivencia pacífica, pero no puede pretender regular la vida privada de sus gobernados. Como bien lo ha señalado Marta Lamas, "las decisiones sobre la vida privada dependen de la conciencia y los valores de cada persona, y no de los dictados de altos funcionarios de instituciones religiosas o del gobierno"
Decisiones de la vida privada como la elección de la pareja, el ejercicio de la sexualidad, la paternidad y la maternidad son expresiones personalísimas que se ejercen de acuerdo a los sentires y a la conciencia de cada quién y, en este ámbito, el Estado no tiene ningún derecho de intromisión. Las creencias personales deben servir para que cada quien tome las decisiones personales que más le ajusten a su propio catálogo de creencias y valores, pero no deben nunca ser pretexto para imponer a otros una sola forma de pensamiento. El estado laico es una garantía para que todas y todos podamos ejercer nuestro derecho a decidir.
La democracia, el avance científico y la modernidad descansan sobre la base de un estado laico. Los principios de libertad e igualdad dotan de sentido a una sociedad democrática que bajo ninguna circunstancia puede permitir que en nombre de la fe se expropie su libre albedrío. Fernando Savater sostiene que la modernidad democrática ha significado el triunfo del laicismo en la vida pública. Este 21 de marzo de 2010 reivindiquemos la laicidad del estado mexicano y una vez más hagamos que triunfe la razón republicana sobre los dogmas de la fe.
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